33 Tres virtudes debéis perseguir: arrepentimiento, perdón y amor. Si en vuestro ser no brillan estos sentimientos, estas virtudes, ¿cómo pretendéis alcanzar la luz de mi Reino para vuestro espíritu? ¿cómo queréis gozar de las delicias que están reservadas a quienes saben elevarse para alcanzarlas?
36 Tres cualidades son necesarias en mis discípulos para llegar a transformar su vida: La primera es escucharme; la segunda, entenderme y la tercera, practicar mi enseñanza.
45 Muchos siglos antes de que María descendiese al mundo a cumplir un divino destino, encarnando en una mujer, un profeta de Dios la anunció; por él sabíais que una virgen concebiría y daría a luz un hijo, el cual sería llamado Emmanuel, es decir, Dios con vosotros.
46 En María, mujer sin mancha, en quien descendió el Espíritu de la ternura celestial, se cumplió la divina promesa anunciada al pueblo.
51 Mi discípulo Juan, profeta y vidente, contempló en su éxtasis una mujer vestida de sol, una virgen radiante de luz.
52 Esa mujer, esa virgen, es María, la que volverá a concebir en su seno, no a un nuevo Redentor, sino a un mundo de hombres que en Ella se sustenten de amor, de fe y de humildad, para seguir las divinas huellas de Cristo, el Maestro de toda perfección.
El profeta vio cómo aquella mujer padecía como si fuera a dar a luz, y ese dolor era el de la purificación de los hombres, el de la expiación de los espíritus. Pasado el dolor, la luz se hará en los hombres y la alegría llenará el Espíritu de vuestra Madre Celestial.