Ver en formato de texto

De Enseñanza 153

24 En todos los tiempos me he manifestado como Padre. En el principio hablé espiritualmente a los hombres; me vieron descender muchas veces para aconsejarlos y corregirlos. Hablé a Adán y me oyeron con humildad. Fui delante de Abel y cuánta gracia encontré en aquella criatura; mas también me acerqué a Caín, porque Yo a todos amo, a los justos y a los pecadores.

Envié grandes espíritus que llevaban mi luz, para enseñar y revelar la Ley y los mandatos divinos; mas cuán pocos supieron despertar su espíritu y escuchar la voz de su conciencia. Algunos, cuando pecaban, sabían arrepentirse, pero otros solamente retrocedían ante la ley severa e inflexible de Jehová.

Mas mi Ley estaba en todos, y a pesar de que mi luz los iluminaba, contemplé que eran más los que pecaban, que el mal había crecido y había causado mucho daño al espíritu; entonces permití que se llevara a cabo una gran purificación.

Sólo sobrevivió Noé y su familia y ellos fueron la simiente, el principio de un nuevo mundo. Yo pacté con el varón justo y el iris de paz apareció en señal de alianza.

25 Pronto los descendientes de aquéllos volvieron a caer en tentación; los corazones que habían recibido una herencia de amor se tornaron insensibles y duros; fue menester, para su redención, un ejemplo palpable.

Cristo entonces se hizo hombre en Jesús y habitó entre vosotros. Comió de vuestro pan, vivió y sufrió los rigores de vuestra vida. Hizo prodigios para hacerse reconocer, os enseñó el camino, vivisteis cerca de Él y contemplasteis su paso por el mundo; y cuando hubo llegado al final de su misión, cuán pocos estaban preparados para contemplar su ascensión, para comprender su sacrificio y marchar sin vacilar por el sendero trazado con su sangre de amor y de perdón.

26 Hoy vengo por segunda vez como Maestro; mi mirada va buscando a los que me han de seguir, a los que han de prepararse para hablar al mundo de mi venida como Espíritu Consolador; pero con dolor contemplo a los corazones tiernos e inocentes que se han tornado duros.

Ha sido tan grande el llanto que ha secado las fuentes de los ojos de los hombres; no hay amor para Mí, ni piedad de los unos para los otros, y mi Espíritu de Padre sufre por la Humanidad. Mi mirada se detiene en cada corazón y sólo recibo el dolor que habéis recogido a través de este tiempo.

27 El Maestro os dice: No habéis sabido aprovechar los dones que os he concedido, mas llegará el tiempo en que comprendáis mejor esta enseñanza y os sintáis muy cerca de Mí y me daréis gracias.

28 Orad, velad e interceded por el mundo y cuando llegue el tiempo de lucha, levantaos y esparcid mi luz, derramad fortaleza y consuelo, apartad las enfermedades, haced prodigios, para que cuando lleguéis al final de vuestra jornada, vengáis a Mí llenos de méritos y os presentéis en paz ante mi tribunal.

29 Mas, ¿hasta cuándo se dará cuenta esta pueblo de la misión espiritual que tiene ante los demás pueblos de la Tierra?

30 Os he dicho que no queráis ser más que ninguno, ni pretendáis estar antes que nadie; sin embargo, vuestro destino es grande y hasta la misma nación que os presta su abrigo tiene que cumplir la parte que le corresponde en esta Obra.

31 He venido a enseñaros para que deis la Buena Nueva a vuestros hermanos, para que cuando el instante sea llegado, llevéis mi mensaje a las demás naciones; pero os veo durmiendo aún, sin que presintáis el alcance tan grande de vuestra misión.

32 ¿Queréis acaso que sean el dolor, la miseria, la enfermedad, el hambre, las que os despierten de vuestro letargo?

33 Es muy amargo el cáliz que bebéis y muy pesadas las cadenas que arrastráis. Seguís siendo el pueblo cautivo del Faraón. Mientras más anheléis vuestra libertad, mayores son los trabajos que os impone y mayor es vuestro tributo. ¿Hasta dónde llegará vuestra amargura?

34 Es menester que los que están despiertos sacudan de su letargo a los demás, a los que aún siguen dormidos, y les digan que el Señor, al igual que en aquel tiempo, les espera en el monte, para hacerles oír su voz de Padre y enseñarles el camino que les conduzca a la libertad y a la paz; pero unos y otros debéis entender muy bien mi palabra, porque si no, os preguntaréis: -¿Quién es el Faraón? ¿Cuál es la esclavitud de que nos habla? ¿En qué monte va a hablarnos el Señor? ¿Hacia dónde nos conducirá el camino que Él va a señalarnos?

35 Mas es necesario que aprendáis a analizar el sentido figurado en que os estoy hablando, para que después podáis explicarlo a vuestros hermanos sin que caigáis en confusión.

36 El ambiente en que vivís y que en este tiempo os envuelve, es el Faraón de esta Era; se encuentra saturado de egoísmo, de odio, de codicia y de todos los pecados de la Humanidad.

37 Las cadenas son vuestras necesidades que os obligan a someteros al egoísmo reinante, a la injusticia y hasta la perversidad.

38 El monte donde os espero está en la conciencia de cada uno de vosotros, la cual quiero que se haga oír en vuestro corazón, porque en ella está escrita mi Ley.

39 El camino es la ruta que os llevará a conquistar la paz deseada y a esa libertad que anheláis, que es el cumplimiento de esa misma Ley.

44 Oídme: Dios, desde el principio de la vida humana, se manifestó al hombre como Ley y justicia. El Espíritu Divino se materializaba ante la pequeñez y la inocencia de las primeras criaturas, haciéndoles oír su voz humanizada y comprensible.

La sensibilidad de aquellos seres despertó, hasta saber interpretar al Padre a través de la Naturaleza; cuando vivían en la obediencia, experimentaban la caricia divina a través de cuanto les rodeaba; también sabían del tropiezo y la amargura, que les indicaba que habían faltado ante su Señor.

Hice que brillara en ellos la luz de la conciencia, que había de ser en la jornada el faro, el juez y el consejero. Instintivamente los primeros hombres supieron que aquel Padre invisible siempre ordenaba el bien, y que esa orden constituía la ley en la que deberían vivir. A esa luz interior le llamasteis la ley natural.

45 Mas tarde, cuando el hombre se multiplicó y en su multiplicación se olvidó de cumplir con aquella ley, desoyendo la voz de su conciencia y apartando de sí todo temor, el Padre, que había seguido al hijo en su destierro, le envió hombres dotados de elevado espíritu por su virtud y sabiduría, para recordarle el camino del cual se había alejado.

46 ¿No recordáis al justo Abel, cuya sangre aún reclamo? Él murió junto a su ofrenda.

47 ¿Y al ferviente Noé, quien soportando las burlas de la gente, anunció la voluntad de su Señor hasta el último momento? Ellos, con sus actos, os recordaron mi existencia y mi Ley.

Os envié después un Abraham, ejemplo de obediencia y fe infinita en su Señor, un Isaac virtuoso y un Jacob fiel y lleno de fortaleza, para que formasen el tronco del árbol de una de cuyas ramas habría de brotar Moisés, aquél a quien envié para representarme y entregar mi Ley a los hombres.

48 En Moisés contempló la Humanidad un reflejo de mi majestad, vio en él justicia, rectitud, fortaleza inquebrantable, fe, obediencia y caridad. Si ante las flaquezas de su pueblo, mirasteis que airado rompió las tablas de la Ley acabándolas de recibir del Padre, también sabéis que Yo las restituí en sus manos, para daros a comprender que sólo una Ley divina os regirá en todos los tiempos, la del Dios invisible.

49 Cuando los tiempos hubieron pasado sobre la Humanidad y ésta necesitaba conocer más profundamente a su Padre, Él, incansable en su Obra de amor, envió al mundo a sus profetas para anunciar a la Humanidad que vendría a la Tierra a hacerse hombre, para hacerle sentir su amor y enseñar con su nacimiento, su vida y su muerte, lo que es una vida perfecta; pero mientras unos creyeron en mis profetas, otros dudaron y les dieron muerte, con cuyo sacrificio prepararon mi camino.

50 La palabra de mis enviados estremecía el corazón de los que pecaban, porque anunciaba la llegada de Aquél que con su verdad pondría a descubierto la falsedad. Mientras los hombres decían: " - Dios aconseja el bien, las obras perfectas de amor, de perdón y justicia, porque es perfecto, mas nosotros los humanos no lo podemos ser -", Jesús nació.

51 Era el mismo Dios que venía al mundo para dar su Ley y su enseñanza a través de una envoltura. Hoy quisierais saber cómo fue formado el cuerpo de Jesús, a lo que Yo os digo: Debéis conformaros con saber que aquel cuerpo fue engendrado y concebido por obra del amor infinito que os tengo.

Desde aquel instante Jesús comenzó a apurar el cáliz de amargura que había de beber hasta el final; pasó por todas las vicisitudes humanas, soportando las pruebas, sabiendo del trabajo, de la persecución, de las largas jornadas, del hambre, la sed y la soledad, sintiendo sobre el cuerpo el paso del tiempo y contemplando de cerca la vida humana con sus virtudes y sus miserias, hasta que llegó el instante de levantarse a hablar y hacer obras poderosas.

52 Entonces dejé que los hombres se acercasen a escucharme, a mirarme, a escudriñarme material y espiritualmente. Dejé que el hombre taladrara mi cuerpo en busca de lo divino hasta que contemplara mis huesos, y mi costado se abriera para manar agua. Dejé que el mundo me convirtiera en su reo, en su rey de burlas, en un despojo, y así me condujese hacia el cadalso, llevando a cuestas la cruz de la ignominia, donde me esperaban dos ladrones para morir Conmigo.

53 Así quise morir en cuanto hombre, sobre mi cruz, para enseñaros que Yo, vuestro Dios, no soy solamente el Dios de la palabra, sino también el de las obras; pero quienes me vieron morir y contemplaron mi agonía y escucharon mis últimas palabras, dijeron: -¿Cómo puede morir el Hijo de Dios? ¿Cómo es que siendo el Mesías, le hemos visto caer y le hemos oído quejarse?

54 Una prueba más estaban pidiendo los hombres y en mi amor se la di. Si nací en cuanto hombre de las entrañas de una santa mujer, para rendir tributo a la maternidad humana, también bajé a las entrañas de la tierra para rendir tributo a su seno y concluir ahí mi misión como hombre. Mas las entrañas de la tierra no pudieron guardar aquel cuerpo que no les pertenecía, sino al seno del Padre de donde había venido, y a él se volvió.

55 Ahora os digo: Si al contemplar a Jesús morir sobre la cruz, dudasteis de su Divinidad, podéis decirme: ¿Qué hombre, al tercer día después de muerto, ha salido de su sepulcro sin violarlo y ha ascendido con su propio cuerpo hacia los Cielos? Nadie. Yo lo hice porque soy la vida, porque ni en Espíritu ni en materia podía morir.

56 La duda no fue sólo entre las turbas; aun entre mis discípulos hubo uno que dudara de que Yo pudiera presentarme entre ellos después de muerto; ése fue Tomás, quien dijo que sólo hundiendo sus dedos en la herida de mi costado, creería que fuera posible aquello. No acababa de decirlo cuando le hice escuchar mi saludo: Mi paz sea con vosotros, y aún tuvo fuerza aquél para acercarse y mirar el fondo de la herida y tocarla con su mano, para creer que en verdad había muerto y resucitado el Maestro.

57 Bienaventurados los que creen sin antes haber visto. Sí, mis hijos, porque también la verdadera fe es mirada que contempla lo que ni la mente ni los sentidos pueden descubrir. Sólo la fe podrá descubrir al hombre algunos de los misterios de la Creación.

58 Y Aquél que se levantó de entre los muertos viene en este tiempo en Espíritu, lleno de gloria, para hablaros nuevamente.

59 ¿Quiénes de los que moran hoy la Tierra, saben que una nueva Era se ha abierto ante la Humanidad? Con certeza, sólo quienes han escuchado esta palabra saben que en 1866 nació un nuevo tiempo, el del Espíritu Santo.

62 He venido en este tiempo sobre la nube, o sea, espiritual e invisible para los ojos humanos. Esa nube es el símbolo del Más Allá, desde donde envío un rayo de luz que ilumina estos entendimientos por los cuales me comunico. Así ha sido mi voluntad y por eso es obra perfecta.

Conozco al hombre y le amo porque es mi hijo; puedo servirme de él, porque Yo le he creado, porque para eso le hice; puedo manifestarme en el hombre, porque precisamente lo formé para glorificarme en él.

63 El espíritu del hombre es mi única y verdadera imagen porque tiene vida, inteligencia, voluntad y potencias como su Dios.