36 Practicad en el silencio que favorece al espíritu para que pueda encontrar a su Dios, ese silencio es como una fuente de claridad de mi sabiduría. El silencio es como un lugar cerrado con murallas indestructibles, al que sólo tiene acceso el espíritu. El hombre lleva constantemente en su interior, el conocimiento del lugar secreto en el que podrá comunicarse con Dios.
37 No importa el lugar donde os encontréis, doquiera podréis comunicaros con vuestro Señor, ya sea que estéis en la cumbre de la montaña o que os encontréis en la profundidad de un valle, en la inquietud de una ciudad, en la paz del hogar o en medio de una lucha; si me buscáis en el interior de vuestro santuario en medio del silencio profundo de vuestra elevación, al instante las puertas del recinto universal e invisible se abrirán para que os sintáis verdaderamente en la casa de vuestro Padre, la cual existe en cada espíritu.
38 Cuando el dolor de las pruebas os agobie y las penas de la vida aniquilen vuestros sentidos, si experimentáis un deseo intenso de alcanzar un poco de paz, retiraos a vuestra alcoba o buscad el silencio, la soledad de los campos; ahí elevad vuestro espíritu guiado por la conciencia y entrad en meditación. El silencio es el reino del espíritu, reino que es invisible a los ojos materiales.
39 En el instante de penetrar al éxtasis espiritual, es cuando se logra que despierten los sentidos superiores, surge la intuición, la inspiración brilla, el futuro se presiente y la vida espiritual palpa lo distante y hace posible lo que antes le parecía inalcanzable.
40 Si queréis penetrar en el silencio de este santuario, de esta arca, vosotros mismos debéis ser los que preparéis el camino, porque sólo con verdadera pureza podréis penetrar en él.
66 Aquí estoy, discípulos, enseñándoos a desenvolver vuestro espíritu, a que conozcáis el éxtasis del espíritu porque en él se oye clara la voz de la conciencia, se hace transparente lo impenetrable y se ilumina la oscuridad.
67 Ese estado de elevación no puede ser privilegio sólo de algunos seres; es un don que está latente en todo espíritu, pero me he servido desde los tiempos pasados de aquellos que han sabido hacer uso de esa gracia.
Para que el éxtasis sea perfecto, antes tenéis que pasar por la vigilia, como los justos de los primeros tiempos. Por eso Jesús os enseñó en el Segundo Tiempo estas cosas, cuando se retiró al desierto por cuarenta días antes de empezar a predicar la buena nueva, para recogerse en la soledad, meditar y confortarse en el Altísimo.