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De Enseñanza 235

16 En verdad os digo que la regeneración humana deberá empezar por la mujer, para que sus frutos, que serán los hombres del mañana, se encuentren limpios de las manchas que os han llevado a la degeneración.

17 Y luego al varón corresponderá hacer su parte en esta obra de reconstrucción, porque todo aquel que haya pervertido a una mujer, deberá regenerarla.

43 Hoy os he inspirado para que salveis a la mujer que en su camino ha tropezado, y cuando me presenteis a la que hayáis salvado, Yo le daré una flor, una bendición y una paz muy grande para que no vuelva a caer.

44 Si así cumplieseis esta misión, esos seres heridos por el mundo sentirán penetrar en su corazón el amor de Cristo.

46 Entre las multitudes que escuchan mi palabra están esas mujeres de quienes os he hablado. Mi manto las ha protegido de vuestras miradas y vuestros juicios, porque también las he sentado en el gran banquete del espíritu.

47 Vosotros llamadlas a esta fiesta del amor y del perdón divinos, para que en Mi presencia sientan el amor que buscaban y que nunca sintieron ni encontraron entre los hombres.

48 En esos corazones tristes descenderá mi ternura a hablarles y sabrán sentirme y creerme.

49 Entonces veréis cuál es la obra que mancha y cuál es la que redime.

Vereis las maravillas que hace el verdadero amor y así habreis ayudado a vuestro Señor a reconstruir lo que vosotros mismos destruisteis; lo que ensuciasteis yo lo purificaré.

Y aquellas florecitas caídas volverán a adornar con su virtud y su fragancia el altar del Universo.

63 Este pueblo espiritualista vive ignorado. El mundo no conoce vuestra existencia, los grandes no reparan en vosotros, pero se acerca la lucha entre espiritualistas y cristianos, entre espiritualistas y judíos. Esa lucha es necesaria para el establecimiento de mi Doctrina en toda la Humanidad. Entonces se unirán en una sola esencia al antiguo Testamento con el Segundo y el Tercero.

64 A muchos os parecerá esto imposible; para Mí es lo más natural, justo y perfecto.

65 Cuando viví en cuanto hombre con vosotros, la iglesia de Moisés estaba establecida y representada por príncipes, sacerdotes y escribas, quienes poseyendo las profecías y sabiendo la llegada del Mesías, no abrieron sus ojos para contemplar mis señales, ni abrieron su corazón para sentir mi presencia. Mas cuando escuchaban mi palabra, bajaban sus ojos, porque su conciencia les decía que estaban delante del juez. Pero no estando preparados, no sabían explicarse mi presencia en aquella forma, y dudando de Mí hicieron dudar al pueblo.

66 ¡Cuán pocos me sintieron! ¡Cuán pocos confesaron, al mirarme, que Yo era el Hijo de Dios!

67 Después de mi sacrificio se entabló la lucha; la persecución fue grande sobre los que me siguieron por el camino del dolor, de la calumnia y del presidio, hasta la muerte. Fueron arrojados de su propia tierra y caminaron por naciones extranjeras sembrando mi semilla que encontró tierras fecundas, en las cuales germinó, floreció y dio frutos.

68 Cuando los discípulos de la Doctrina de Jesús se hallaron fuertes, buscaron la unificación con los primeros, haciéndoles reconocer que el Dios que entregó la Ley por conducto de Moisés fue el mismo que habló por boca de Jesús.

69 La lucha fue intensa y quedó sellada con sangre. Mas al final de ella, mi voluntad se cumplió al unirse en una sola obra los testamentos del Primero y Segundo Tiempos.

70 Por eso os digo a vosotros que, antes que la revelación del Tercer Tiempo se una a los testamentos anteriores, tendréis que atravesar por la gran batalla espiritual que está anunciada.

71 No os extrañe que la fusión de los tres testamentos no se lleve a cabo en la nación señalada en el Tercer Tiempo para estas revelaciones; tampoco la unión del Primer Testamento con el Segundo se verificó en Judea. Recordad que ni Jesús fue profeta en su tierra.

76 Hoy la Humanidad va penetrando en preparación espiritual; los grandes de la Tierra van doblegándose lentamente al comprender su obra. Mas todavía no es tiempo de que el dolor se aparte de este mundo, porque los hombres volverían a levantarse en contra mía, tomando como instrumentos de venganza a la ciencia y a los elementos. Por eso el cáliz de amargura será bebido un tiempo más.

77 Y cuando esté la Humanidad preparada, mi voz vibrará en toda conciencia, y los hombres verán que no existe otro poder, otra justicia y otra sabiduría como la mía.

78 Larga es la historia de este mundo, larga también la jornada de la Humanidad, con la lucha de sus pueblos por alcanzar el cenit, tras el cual ha venido el descenso y el derrumbe. ¡Cuánta sangre derramada por mis hijos con la cual se ha enrojecido la tierra, cuántas lágrimas de hombres, mujeres y niños! ¡Cuántos pecados y errores! Pero también, ¡cuántas pruebas de amor he recibido y cuánta virtud he contemplado! Y después de tanto vivir, aún no habéis alcanzado la meta de paz y redención.

79 Todavía faltan los últimos combates con sus amarguras y los últimos torbellinos. Falta aún que todas las fuerzas se agiten y los átomos se remuevan en un caos para que, después de todo ello, venga un letargo, una fatiga, una tristeza y un hastío que aparenten la muerte; y ésa será la hora en que se escuche en lo sublime de las conciencias el eco vibrante de un clarín que, desde el Más Allá, os anuncie que el Reino de la vida y de la paz se acerca entre los hombres de buena voluntad.

Y ante esa voz, los aparentemente muertos resucitarán, derramando lágrimas de arrepentimiento, y a ellos los recibirá el Padre como a los hijos pródigos cansados por la gran jornada y fatigados por la gran lucha, para sellar sus espíritus con el ósculo de amor.

80 Desde ese día, el hombre abominará la guerra, arrojará de su corazón el odio y el rencor, perseguirá al pecado y comenzará una vida de restauración y de reconstrucción. Muchos se sentirán inspirados por una luz que antes no contemplaron y se levantarán a crear un mundo de paz.

81 Será sólo el principio del tiempo de gracia, de la Era de paz.

82 La edad de piedra está distante ya. La era de la ciencia pasará y luego vendrá a florecer entre los hombres la Era del Espíritu.