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De Enseñanza 313

1950

7. Vos, pueblo, sois el misionero que en este Tercer Tiempo trazará sendas al espíritu de vuestros hermanos, sendas de verdad que conduzcan al espíritu a la luz y a la paz. Vos sois quien habrá de tender lazos espirituales entre los hombres, para que los pueblos lleguen a armonizar y a unirse.

8. Hoy, a pesar de hallaros bajo la influencia de mi palabra, dormís un plácido sueño, porque no os habéis dado cuenta de la trascendencia de este tiempo ni de la magnitud de los cargos que estáis recibiendo, pero no siempre vais a dormir.

Ya vienen los torbellinos a estremecer el follaje de estos árboles, bajo cuya sombra habéis oído trinar al ruiseñor divino.

Y cuando miréis cómo se agitan las ramas y el tronco cruje, cuando miréis cómo caen las hojas, los frutos y los nidos, entonces os daréis cuenta de que estabais durmiendo, porque no quisisteis escuchar la voz que desde el infinito os prevenía, os hablaba incansablemente, para que vivieseis alerta y nunca os sorprendiese el dolor.

9. ¿No sería mejor que despertaseis ahora con el eco de mi voz, que mañana con el estruendo de la tempestad?

18. No creáis que os reproche si en vuestro corazón me mostraseis amor por vuestra vida en el mundo. Si vuestro deseo es noble y si queréis la existencia para honrar mi nombre, nada tendré que reclamaros; pero si vuestro arraigo en el mundo obedeciese a insanas ambiciones o a pasiones bajas, entonces seré el primero en deciros que no sois dignos de habitar este mundo al que he colmado de bendiciones para adelanto de vuestro espíritu.

20. No sabéis cuán meritorio es para el espíritu elevarse en medio de su condición humana, venciendo todas las tentaciones del mundo. Para alcanzar esos méritos, permití encarnar a vuestro espíritu y le hice habitar en mundos materiales, preparados sabiamente por Mí.

21. Cada mundo, cada morada fue creada para que en ella el espíritu evolucionara y diese un paso hacia su Creador y así, avanzando más y más en la senda del perfeccionamiento, pudiese tener ocasión de llegar blanco, limpio y modelado, al fin de su jornada, a la cima de la perfección espiritual, que es precisamente habitar en el Reino de Dios.

22. ¿A quién le parece imposible llegar a habitar en el seno de Dios? ¡Ah, pobres mentes que no sabéis reflexionar! ¿Ya olvidasteis que brotasteis de mi seno, o sea que ya antes habéis habitado en él? Nada extraño tendrá que todo cuanto brotó de la fuente de la vida, a ella retorne a su debido tiempo.

Todo espíritu al brotar de Mí fue virgen, mas luego en su camino muchos se mancharon; sin embargo, estando todo previsto en forma sabia, amorosa y justiciera por Mí, por vuestro Padre, me adelanté a poner en el camino que aquellos hijos habrían de recorrer, todos los medios necesarios para su salvación y regeneración.

23. Si aquella virginidad espiritual fue profanada por muchos seres, llegará algún instante en que purificando todas sus faltas recuperen su pureza original; y esta purificación será ante mi mirada muy meritoria, porque la habrá logrado el espíritu a través de grandes e incesantes pruebas para su fe, su amor, su fidelidad y su paciencia.

24. Todos vosotros volveréis por el camino del trabajo, de la lucha y del dolor al Reino de la luz, desde el cual ya no tendréis necesidad de encarnar en un cuerpo humano, ni habitar en un mundo de materia, pues para entonces vuestro alcance espiritual ya os permitirá hacer sentir vuestra influencia y enviar vuestra luz de un mundo a otro.

27. Hacia ese estado de elevación y de luz conduce al espíritu esta doctrina que es camino, es faro, es sustento y cayado de viaje.

28. Bendito todo aquél que en alas del pensamiento se eleve al escuchar esta palabra, porque él, cuando retorne de su éxtasis a la lucha cotidiana, llevará en su interior encendida una luz que lo hará avanzar paso a paso, acercándolo más cada día hacia esa mansión eterna, de la que brotasteis todos y a la que todos habréis de retornar.

31. Desde hoy, tened el pleno conocimiento de que todo aquél que dé con firmeza este paso hacia la espiritualidad, pronto verá el premio, sentirá mi presencia delante y dentro de sí, gozará de mi inspiración y será palpable el progreso de todos sus dones espirituales. No será simplemente la creencia de que estoy cerca de vosotros, sino la realidad de mi presencia ante vuestro espíritu.

35. Os digo esto a unos y a otros, a los que anhelan el progreso de su espíritu y el florecimiento de mi Doctrina en este tiempo, y también a los conservadores de tradiciones, rutinas y costumbres, quienes creen que practicando sus cultos materiales están cumpliendo la Ley.

37. Junto al trigo de mi palabra creció también la ortiga y la cizaña de vuestros errores, mas aquí se cumplirá una de mis parábolas dadas en el Segundo Tiempo, aquella que enseñaba a dejar crecer juntos la hierba y el trigo sin intentar segar la hierba antes que el trigo hubiese madurado, porque había el peligro de cortar también la buena simiente.

38. Así se hará en este tiempo, pueblo bendito. La hora está marcada para que la hoz de mi justicia descienda a segar los campos donde fue sembrada mi simiente para que al fin, separada la verdad y la esencia de mi Obra de toda influencia humana, podáis gozaros en la contemplación de mi luz y lleguéis a poseer verdaderamente el conocimiento de esta divina revelación.

39. También está marcada la hora en que la misma hoz descienda a cada religión a segar sus campos con el fin de apartar la verdad de todo aquello que de falso e impuro tuviesen.

41. ¡Cuán poco le dan los hombres a su espíritu a través de sus cultos religiosos! ¡Cuánta sed, cuánta hambre y qué necesidad tan grande de luz tiene el espíritu de la Humanidad!

60. Sobre todos los hombres he derramado mi luz revelándoles la única verdad existente; pero ya miráis cómo cada hombre y cada pueblo siente, piensa, cree e interpreta de diversa manera.

61. Esos diferentes modos de pensar de los hombres han originado sus divisiones, ya que cada pueblo o raza sigue diferentes caminos y alimenta distintos ideales.

62. La mayoría se ha alejado del sendero luminoso y verdadero, creyendo que el dar cumplimiento a la Ley implica sacrificios, renunciaciones y esfuerzos sobrehumanos, prefiriendo crear para ellos mismos religiones y sectas, cuyo cumplimiento y prácticas les sean más fáciles de desempeñar, creyendo calmar así las necesidades de luz y elevación que en su espíritu sienten.

63. Muchos siglos y muchas eras han pasado, sin que los hombres se den cuenta de que no es un sacrificio humano el cumplimiento de mi Ley y que, en cambio, sí sacrifican carne y espíritu en el mundo al rehuir mis mandamientos. No se han dado cuenta, no han querido comprender que quien cumple mi palabra, tiene que encontrar la verdadera felicidad, la paz, la sabiduría y la grandeza que de tan diferente manera conciben los hombres materializados.

65. Cuando los hombres reconozcan sus errores y se levanten en pos de la senda verdadera, será porque han despertado, porque se han arrepentido, porque se han iluminado; y entonces sus obras tendrán no sólo la finalidad humana, sino también la espiritual.

66. Cada pueblo, religión, secta, ciencia u hombre, lleva en sí su parte de falsedades y errores, así como su parte de verdad; mas llegará el instante en que la necesidad de unirse, como una fuerza poderosa e irresistible les aproxime, para aportar cada quien su simiente en un anhelo de armonizar todos. Para ello tendrá que haber luchas, disputas y confusiones, mas serán necesarias para que lleguen todos a la única conclusión, que es la verdad inmutable de mi existencia y de mi Ley.

67. Al final de la lucha, los hombres ya en paz consigo mismos y con sus semejantes, comprenderán que para alcanzar la meta del saber y experimentar la verdadera paz, es indispensable vivir en comunión con la Ley divina, que precisamente procede del amor del Creador.

Al mismo tiempo comprenderán que no es necesario profesar tantas y tan diversas religiones para poderse conservar en el bien y en la moral, sino que, para lograr entre todos la verdadera armonía y tener una moral que está más allá de lo simplemente humano, basta con llevar en el corazón la palabra que llamáis doctrina de Cristo, y que para abrazarla tendréis que vivirla con sencillez y humildad.