1 ¿Qué podréis pedir al que os ha creado que Él no os conceda, siempre que lo que pidáis sea para el bien de vuestro espíritu o de cuerpo? Mas debéis aprender a ser conformes con mi voluntad. Estáis en un tiempo de restitución, en el cual no debéis ser inconformes con vuestras pruebas.
2 Amad, que vuestro amor os ayudará a restituir. Destruid con vuestra caridad todo egoísmo.
3 La tierra que pisáis es pasajera, vuestro viaje aquí es corto, después penetraréis en la vida eterna. Sin embargo, Yo quiero que desde este valle de lágrimas conozcáis el camino trazado en los preceptos de mi Ley.
4 No debilitéis en la fe ni en la esperanza; tened siempre presente que el fin de esta jornada llegará; no olvidéis que en Mí habéis tenido vuestro principio y que el fin lo tendréis también en Mí, y ese fin es la eternidad, porque no existe la muerte del espíritu.
5 Tened como ideal la eternidad y no desfallezcáis en las vicisitudes. ¿Acaso sabéis si ésta sea vuestra última encarnación en la Tierra? ¿Quién podría deciros que en ese cuerpo que hoy tenéis estáis saldando todas vuestras deudas contraídas con mi justicia?
Por eso os digo: aprovechad el tiempo, pero no vayáis de prisa. Si con fe y conformidad aceptáis vuestros sufrimientos y con paciencia apuráis el cáliz, en verdad os digo, vuestros méritos no serán estériles.
6 Haced que el espíritu camine siempre adelante para que no dejéis nunca de perfeccionaros.
7 Yo soy quien permite las pruebas en vuestro paso, para detener a vuestro espíritu cuando se aparta del camino de mi Ley para vivir sujeto tan sólo a su libre albedrío. Examinad el fondo de las pruebas; Yo os lo permito, para que comprobéis que cada una de ellas es como un cincel que va puliendo vuestro corazón. Esa es una de las razones por la cual el dolor os acerca a Mí.
8 Mas el hombre ha buscado siempre los placeres, ha ido tras el poder y la grandeza para enseñorearse en la Tierra y ser rey de sus propios hermanos.
Si Yo os he creado con el mismo amor a todos, ¿por qué ha habido siempre quienes pretenden ser superiores? ¿Por qué ha habido quienes conduzcan a la Humanidad bajo la humillación y el látigo? ¿Por qué hay quien repudia al humilde y no se conmueve su corazón por llevar el dolor a sus semejantes? Porque ésos son espíritus que no me han reconocido aún como el Padre que ama a todas sus criaturas y como al único dueño de todas las existencias.
He ahí por qué existen hombres que usurpan y desconocen los derechos sagrados del hombre. Ellos me sirven de instrumento para mi justicia y, creyendo ser señores y reyes, sólo son siervos. ¡Perdonadles!